Diccionario del Español del Uruguay
Si te dicen budín, botona, pajuato, marcista, jailaife, yeguo, calientasillas, camello, escracho, bagre, pastenaca, loba o grullo, o no hagas biógrafo, tienes que consultar el Diccionario del Español del Uruguay, de Ediciones de la Banda Oriental.
Esta obra reúne más de diez mil voces y expresiones, propias de los uruguayos, no empleadas en el español estándar. Representa un porcentaje importante del vocabulario usado tanto por la mayoría de la población como por grupos diferenciados por sexo, edad, nivel sociocultural u ocupación.
Llevó más de veinte años de investigación académica. La Academia Nacional de Letras se lanzó a la ímproba tarea de recrear nuestro idioma en su sentido más puro. El resultado es el Diccionario del Español del Uruguay. Así fue que un equipo de investigación siguió de cerca las palabras y las expresiones autóctonas e incluso las resignificaciones locales de palabras consagradas por la Real Academia de la Lengua Española.
El libro da cuenta de un largo rosario de palabras que integran el léxico de los uruguayos. Por ejemplo, el libro oficializa acepciones como emepepista («integrante o adherente del Movimiento de Participación Popular»), sanguinetista («Partidario de las ideas y la actuación del político uruguayo Julio María Sanguinetti» y «wilsonismo» es la «doctrina sustentada en el pensamiento y la actuación del político uruguayo Wilson Ferreira Aldunate.
Ya se sabe que en la lexicología no deben existir los prejuicios. El diccionario reconoce palabras que podrían considerarse discriminatorias y son de uso diario en Uruguay. Según el diccionario «pituco» es una «persona afectada en los modales y el vestir» o «una persona que ostenta una posición superior» o «persona coqueta», pizarrero es aquel que «actúa mejor al estar en ventaja» o «baratieri» es una cosa «muy barata y de baja calidad.
El material recogido abarca deportes, vestimenta, economía, fauna y flora, sexualidad, fórmulas de saludo y de cortesía, alimentación, colores, educación, razas, agricultura, faenas, burocracia, cuerpo humano, extranjerismos y mucho más. Procede tanto del habla corriente como de la coloquial o familiar, así como del periodismo, la literatura, el chateo, los blogs, la publicidad, el lenguaje femenino, masculino, infantil o juvenil, exclusivo de las jergas carcelaria, médica, militar, política o gremial.
Todas las acepciones cuentan con información gramatical, de frecuencia de uso y extensión territorial y otros datos que permiten conocer si la palabra es esmerada, corriente o vulgar, tabuizada o eufemística, popular o culta, afectiva, despectiva, festiva, hiperbólica o satírica.
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